Por Horacio E. POGGI
La conversación pública suele intoxicarse mediante imposiciones antinómicas
como “orden o caos”, cuya dialéctica falaz posterga soluciones de fondo, pero que
gana adeptos incautos con el reemplazo de propuestas superadoras por consignas
efectistas. Así, prometer bala o cárcel a
los delincuentes genera más ruido mediático que el debate sincero de un plan
estratégico sustentable entre los tres poderes del Estado, un camino aun
inexplorado para encarar el problema de la inseguridad ciudadana, sin
especulaciones electorales ni apuestas a excepcionalidades autoritarias.
No solo políticos oportunistas, sino también periodistas imprudentes intoxican
la conversación pública. Machacar cotidianamente con delitos a los que se les
da un tratamiento sensacionalista, solo consigue estremecer los ánimos de las
víctimas agrietando la relación entre representantes y representados.