Aún queda en pie el edificio imbatible de la estación ferroviaria, para dar
testimonio de un pueblo fundado en el Centenario de la Patria. Fue la primera
edificación material terminada en 1910. Hemos encontrado la documentación
probatoria que nos permite afirmar sin dudar. Hoy, solo un ejercicio falsificador
de los hechos podría negar las evidencias, halladas luego de una ardua
investigación histórica que continuamos y nos permite descubrir –con asombro- aspectos
ignorados del pasado local.
Durante mucho tiempo, discutimos acerca de la estación Mariano Acosta con
más fantasía que documentos. Lamentablemente, algunas de esas fantasías
devinieron en “verdades” que todavía algunos incautos se empecinan en sostener.
En la ciencia histórica debemos confiar más en las pruebas que en quienes fungen
de historiadores. La tarea específica del historiador es investigar, visitar monumentos,
trabajar en archivos públicos y privados, agotar las fuentes, tutearse con el
polvo de los documentos, hermanarse con el papel amarillento de diarios y
revistas antiguos, de escrituras y expedientes. Juntar cacharros viejos no
alcanza para verificar sucesos de otra época. Tampoco el testimonio oral sin cotejarlo
con papeles. Yo no escribo sin papeles. La memoria falla, es parcial. ¿O acaso
no solemos evocar ciertos recuerdos en detrimento de otros? Asimismo, se
cometen aberraciones cuando se reduce la reconstrucción del pasado
exclusivamente a la memoria personal.