Por Horacio Enrique POGGI
El
mundo comienza a descubrirlo y a
asombrarse. La personalidad del papa Francisco impacta, alegra, emociona. Es el padre jesuita Jorge
Mario Bergoglio. Argentino, porteño del barrio de Flores. Hincha de San
Lorenzo. Un hombre humilde, de prácticas austeras, abierto al diálogo,
respetuoso de la diversidad, que hizo de Cristo el centro de su vida espiritual
y terrenal. Nada de lo que predica hoy desde la silla de Pedro es nuevo en
él, los argentinos que se sorprenden es porque lo han ignorado. O peor: otros
(y otras) hasta lo ningunearon, dejándose llevar por la soberbia del poder. Lo
trascendente es que las primeras señales emitidas por Francisco comienzan a
definir un pontificado con inmensos desafíos.