En julio, un ladrón intentó robar una vivienda de Homero al 3900 y quedó enganchado de la verja. |
Recordaremos
a 2019 como el año de grandes cambios particulares y generales. Cada uno sabe
lo que hizo, lo que no hizo, lo que intentó y no pudo, lo que sobrellevó. A quién votó. Y así
debe ser. La responsabilidad ciudadana lo exige. Pero, en 2019, hubo un cambio de gobierno. Están los que celebran dicho
cambio. Y los que –indignados- lo lamentan. Son las reglas de juego de la
democracia.
Escucho
con frecuencia a personas que han doblado el codo de los 50 y, resignadas, peroran
acerca de la inexorabilidad del cambio en la sociedad. El trastrocamiento de
valores y costumbres que hace apenas dos décadas conformaban un modelo vital hoy
representan un modelo decadente, que hegemoniza y pretende dominar al todo, a
pesar de que sea expresión de una parte. ¿Padecemos una dictadura cultural? El disidente, de inmediato, es atendido por los comisarios del pensamiento quienes te llenan
el muro de Facebook con insultos y agresiones “en nombre del respeto a la
diversidad”. La clave está en no bajar
la guardia y defender aquello que es real y legítimo, aunque nos quedemos
solos. “Yo y Cristo, mayoría aplastante”.
En
nuestra ciudad la explosión demográfica ha generado numerosas necesidades. En
todos los ámbitos. Disponemos de una estructura pública para 40.000 habitantes –o
menos- y esa cifra se ha duplicado con creces. Rescatamos el esfuerzo de las
autoridades locales. Pero a nadie escapa que la demanda supera a la oferta. La
inseguridad se ha cobrado vidas y bienes de muchas familias. Los vecinos
sienten impotencia, dolor y bronca mientras esperamos una urgente solución. Entretanto, los motochorros se dan el lujo de girar en “U” en la Ruta 40 ante las mismas
narices de la Policía. Los asentamientos ilegales, como en Río Alegre de
Cascallares o en Parque Agustín Ferrari, son bombas de tiempo cuyos efectos
comenzamos a sentir a pesar de que aún no hayan explotado…
Sin
exagerar, 2019 ha sido el año de la inseguridad. Y, además, observamos que por
el discurso del pobrismo populista de algunos “católicos” se ha filtrado cierto
fariseísmo, que –definía el Padre Castellani- “es la corrupción de lo religioso”.
Por eso, es sano e imprescindible que cada institución de la sociedad civil –la
Iglesia lo es- desarrolle sus actividades específicas sin ninguna injerencia
partidaria. “Cada uno en su casa y Dios en la de todos”, reza el refrán.
Feliz
2020.
Dr. Horacio Enrique Poggi
Director