28 marzo 2020

Un aplauso para el asador

 

Hace un mes recibí infinidad de quejas por una ola de inseguridad que estaba –me decían- “masacrando, principalmente, a los vecinos de Mariano Acosta Sur y los barrios más pobres”. Hoy recibo invitaciones para aplaudir a los policías que nos cuidan.

Hace un mes recibí infinidad de quejas porque “en Mariano Acosta no pasa nunca el basurero”. Hoy recibo invitaciones para colocar en cada bolsa de residuos un cartel que reza “gracias por cuidarnos”.

La paranoia que provoca la pandemia, en los espíritus débiles y carentes de identidad, es inconmensurable. Una persona allegada me envió un mensaje lacrimógeno por WhatsApp y al despedirse remató: “ojalá que nos volvamos a ver”. Otra que reniega de la religión, me invitó a seguir online “el perdón del Papa”.

No faltaron, por supuesto, los que se enojaron porque dije que el virus era chino como si se hubiera originado en Marte. Ni los que culparon a los Estados Unidos de haberlo difundido cuando es uno de los países más afectados. Los genios del Norte parece que inventaron el virus para perjudicarse ellos mismos…

¿Qué quiero decir con estas cortas reflexiones? Que estamos perdiendo el sentido común, que no pensamos, que hablamos sin saber y nos dejamos llevar por estupideces. El miedo paraliza y deforma nuestras percepciones. En vez de cuidarnos y de volcar todas nuestras energías en la prevención, porque estamos aburridos, preferimos encerrarnos en la cárcel del terror y de la imbecilidad.

Cada uno debe cumplir con su deber, acá nada de héroes ni de superhéroes  ni de aplausos sensibleros y carentes de lógica. El policía debe cuidarnos con o sin coronavirus, el médico debe curarnos con o sin coronavirus, el enfermero debe asistirnos con o sin coronavirus. De ningún modo ignoro que es una situación excepcional, pero ello no implica que trastoquemos todo y el que ayer era un villano, ahora sea un héroe. O mentimos ayer, o estamos mintiendo hoy.

Recordemos lo que ocurrió el 30 de marzo de 1982. Hubo una feroz represión contra una protesta sindical en Plaza de Mayo. Cuarenta y ocho horas después, esa misma Plaza se estremeció aplaudiendo y agradeciéndole a Galtieri por la recuperación de las Malvinas. El Dictador nada había cambiado en dos días, era el mismo.

Por tanto, abandonemos la teatralización del coronavirus. No estamos en guerra. ¡Es falso! No está primero la salud y después la economía. ¡Es falso! Politiquería berreta, oportunismo ideológico y de vuelo de perdiz. En una emergencia sanitaria y económica, como la actual, son indispensables soluciones globales, realistas y urgentes. Hoy, salud y economía van de la mano. Mañana será tarde. La vida continúa.

A las cosas serias se las enfrenta con seriedad. No perdamos tiempo reduciendo nuestra ocupación a la foto más antigua en Facebook o subiendo el mensaje más mantequita y llorón. Aprovechemos, también, para leer, reflexionar, estudiar, cerrar heridas, llamar al que hace mucho no llamamos, al vecino viejo que hemos olvidado. 

Tampoco se trata de apoyar al Presidente. Esto no es política partidaria. ¿Tanto nos cuesta darnos cuenta? No entreveremos la hacienda. Debemos poner en práctica todas las medidas de prevención que nos aconseje el Gobierno. Porque somos responsables y no ovejas que nos arrean al partido de turno. En las próximas elecciones retomaremos los debates pendientes. Aunque la mayoría del periodismo diga otra cosa.

Dios quiera que muy pronto, luego de que pase esta locura, el que te Jedi se ponga media pila, cumpla con sus promesas y volvamos a pedir “un aplauso para el asador”.

 

Dr. Horacio Enrique POGGI