Ellos creyeron y respetaron a quien venía a salvar al mundo.
Ellos tuvieron la grandeza de ver lo que la realidad tangible no mostraba.
Ellos abrieron sus manos vacías y se llenaron de la gracia de Aquel que vino para quedarse entre nosotros. Con nosotros.
Ellos miraban al cielo con la magia de los magos que son reyes.
Y las estrellas brillaron más que nunca, bañaron de luz a las tinieblas, a los corazones oscuros, a los ojos cerrados.
Ellos viajaron y volaron, y llegaron.
Dos milenios después, sus camellos comen el pastito y beben el agüita que los niños les dejan con sus almas puras, alimento invisible que la mañana esconde en la inmensidad del amor familiar.
Y de ese modo, Ellos, Él, José y María, los pastores, y los hombres y mujeres que todavía creen y sueñan y esperan, y nosotros que nos vamos volviendo viejos y niños a la vez, y abuelos también, quién sabe hasta cuándo, o hasta dónde.
No quiero cambiarte la forma de pensar, sólo quiero respetarte, tampoco pido que pongas la otra mejilla, poné el otro oído: escuchame, con eso me conformo.
¿No te das cuenta que Dios nos creó distintos, plurales y diversos?
Por eso digo: NAVIDAD ES TOLERANCIA. Y me fundo en un abrazo con vos a la distancia, conjugando el verbo de la no discriminación, la palabra que seca las lágrimas, el verbo que calma el hambre y la sed de justicia.
El Verbo se hizo carne. Un tal Jesús...
Horacio Enrique POGGI