Debo confesarlo: tenía algunas
dudas. En realidad nunca había caminado por los amplios pasillos del convento
de San Antonio de Padua. Mucho menos conocía los aposentos de los frailes.
Apenas recuerdo que estuve en un casamiento y me impactó el templo. La
construcción que te eleva, como si facilitara el rezo. Hace muchos años. Y
ahora volvía por otro tema, alejado de los formalismos de la ceremonia
religiosa de una pareja de amigos. Varios Intendentes de la Provincia de Buenos
Aires iban a firmar un Pacto. Entre ellos, el nuestro, Gustavo Menéndez.
Entonces fui. Con algunas dudas, reitero.
¿Cuáles eran esas dudas? Tal vez la principal de ellas se relacionaba con la
posibilidad de hacer política en la Iglesia. O dicho de otro modo: quedar pegados a
la figura del Papa Francisco sin dar precisiones. Es decir, hacer
francisquismo, ser más papistas que el Papa. Pero, como decía el General, al
rengo para conocerlo hay que verlo caminar… La cita era a las 19. Llegué con
puntualidad. Sin caer en el prejuicio que te condiciona, me senté cómodamente
en un banco de la primera fila y esperé. La sencillez y la austeridad se
imponían sobre la pompa y el protocolo. De espaldas al altar se ubicaron -en
media luna- los jefes comunales. Hablaron un fraile y el obispo Maletti. Ambos
se expresaron con claridad y destacaron la importancia de la señal que iban a
emitir los Intendentes hacia el resto de la sociedad, desde una institución que
en lo doctrinal nos marca el rumbo a seguir para vivir en paz y libertad, con
justicia y derechos colectivos.
El Pacto -comencé a comprender- se trataba de un compromiso de honor y nada menos que en un convento cargado de prestigio y con una trayectoria eclesial inmaculada. No es poca cosa en una época en que la farandulización de la política y el escándalo consiguen un excesivo rating. Me pellizqué un par de veces. ¿Estaba soñando? En frente de mí tenía a un grupo de dirigentes con ganas de pintarles la cara a los viejos vinagres que tanto daño nos hicieron mirando para otro lado y ocupándose de temas propios. El Pueblo para ellos eran votos y se acordaban de él en las campañas. Nosotros creemos que el Pueblo es otra cosa. Es la gente, los postergados, y sobre todo, los que sirven al bien común, cualquier sea su clase social. Aunque, aclarémoslo, los pobres son el corazón del Pueblo.
A pocos metros estaban los Intendentes del denostado Conurbano, que habían decidido iniciar una nueva marcha para cambiar la historia. Y construir
Francisco nos pide que luchemos
por mejorar la vida, por hacerla más humana y fraterna. Los desafíos de la
actual sociedad son numerosos y tenemos que tener suficiente coraje y
creatividad para asumirlos plenamente. Es lo que anunciaron los Intendentes
comprometiéndose a erradicar la pobreza, a combatir el narcotráfico, a terminar
con el trabajo y el abuso infantil, como así también con todas las formas
modernas de esclavitud. Y a cuidar el planeta que es nuestra Casa Común.
El Beto me cargaba cuando se enteró que iba al convento a participar de la firma del Pacto de los Intendentes. Me decía “¿así que van a fundar el Partido Verde?”. Y se reía a carcajadas mientras le daba el último sorbo a un amargo gastado. “¿Así que se quedaron sin discursos político y le van a chorear letra al Papa?”. El Beto es así. Todavía repite aquella letanía de que al Peronismo lo voltearon los curas. Se equivocó esta vez. Pero, cuidado, reconozco que me había creado dudas. Esas dudas que Gustavo Menéndez despejó con la lectura del Pacto que firmaron también sus colegas de San Martín, Malvinas Argentinas, Hurlingham,
Y eso no es todo. Una delegación de Intendentes visitará a Francisco en marzo y le llevará el Pacto con decenas de firmas de
Aquel lunes 18 de enero de 2016 volví a casa silbando bajito. Lamenté que el Beto se haya perdido semejante hecho histórico. Se va sorprender. Más de uno –entre nosotros- quedó sorprendido. Y está bien. Las gratas sorpresas siempre valen la pena.
Tuvimos la dicha de que el Pacto se haya firmado en Merlo, y que el anfitrión y principal promotor principal sea nuestro Intendente Gustavo Menéndez. Merlo está cambiando. ¡Y cómo!
Nunca olvidaré este día franciscano. Intenso, grande y compañero. Gracias a Dios.
CABECITA NEGRA – Militante de GRANDE MERLO