04 enero 2015

LOS POSSE Y LA CUESTIÓN OBRERA


La fábrica tabaquera de la familia Posse hasta 1906 –año en que se constituye en la sociedad anónima Compañía General de Tabacos- atravesó por momentos de alta conflictividad obrera, según la documentación a la que hemos tenido acceso. Ello sucedió cuando estuvo manejada en forma unipersonal por Juan Posse, iniciador del negocio el 4 de julio de 1874 con una humilde cigarrería situada en Lavalle y Florida (ver Horacio E. Poggi, Juan Posse, el tabaquero mitrista. Origen y fundación de Mariano Acosta, Buenos Aires, Dunken, 2013).

En marzo de 1892 –las instalaciones de La Popular funcionaban a pleno, en Maza y México- Juan Posse despidió sin justa causa a un capataz. Los trabajadores reaccionaron y de inmediato organizaron una huelga exigiendo la pronta reincorporación del obrero despedido. El día 17 se juntaron en la puerta de la fábrica sin ocasionar disturbios. Pero Juan Posse no toleró la protesta y llamó a la policía para que procediera a despejar por la fuerza las inmediaciones de su fábrica. Los manifestantes fueron intimados a abandonar el lugar. Ante la negativa y previos escarceos, empellones e insultos, la policía desató una violenta represión que culminó con la detención de 70 trabajadores (La Prensa, 18 de marzo de 1892). En la jornada siguiente, continuó la huelga. Sólo concurrieron a trabajar 30 obreros de los cientos que empleaba La Popular. La situación se calmó con el transcurso de las semanas y el 7 de junio el diario La Nación -en tapa y bajo el título “La recompensa del trabajo”- le dedicó un panegírico a la empresa de Juan Posse y a él en particular, fiel devoto de la causa política liderada por el general Bartolomé Mitre, dueño del matutino que oficiaba de vocero de la oligarquía mercantil porteña.

Recordemos que por entonces los obreros carecían de leyes laborales que los protegieran de la explotación patronal. En ese contexto de desprotección social, el método de defensa de los intereses obreros eran la huelga y el boicot, y a ellos apelaban los trabajadores –instados por sindicalistas anarquistas la mayoría de las veces- para hacer valer sus derechos frente a la insensibilidad de los patrones.

Otro conflicto en La Popular que ha quedado registrado, tuvo lugar a fines de 1901 y provocó un fuerte impacto en la opinión pública de la época. La Federación Obrera Argentina (FOA) le declaró una huelga y boicot a Juan Posse en reclamo de mejoras salariales. La medida sindical se extendió durante tres agitados meses. La fábrica quedó paralizada y Juan Posse mantuvo, por un lado, una posición intransigente ante las demandas de los trabajadores, y por el otro, les exigía a las autoridades policiales y judiciales que el secretario de la sociedad de Maquinistas Bonsak, G. A. Cartei, fuera a parar a la cárcel. Pero al representante de los obreros lo defendió Alfredo Palacios, entonces un joven abogado socialista, quien logró la absolución del acusado y la furia de Juan Posse (Gonzalo Zaragoza, Anarquistas argentinos (1876-1902), Madrid, Ediciones de la Torre, 1996, p. 329).

El comportamiento de Juan Posse con sus empleados era repudiable desde dónde se lo mirara, a pesar de su procedencia humilde y de haber vivido situaciones de extrema necesidad durante su niñez y juventud. Sin embargo, practicaba la bondad con sus amigos y allegados, lo que le permitía ganarse la simpatía de la oligarquía mitrista a la que adhería con fanatismo militante. La jugada era clara: mano dura con los obreros y cortesía con la alta sociedad. Así, se presentaba en público como un personaje pintoresco –ostentaba modales criollos acentuados- y sus pares de clase le reconocían su ascenso y fortuna.

A partir de 1906, la fábrica Juan Posse y Cía. deja de ser un negocio manejado en forma unipersonal y se convierte en la sociedad anónima Compañía General de Tabacos, en cuyo directorio comienza a sobresalir el vicepresidente Rodolfo Posse. La relación con los obreros mejora sustancialmente y desaparecen los conflictos de antaño. Juan Posse, entretanto, se dedica a viajar por el mundo con frecuencia y la responsabilidad de la gestión de la fábrica recae en Don Rodolfo, de apenas 21 años de edad, aunque dotado de una particular capacidad para los negocios ganaderos e industriales.

Conclusión: Las evidencias históricas nos permiten saber que Don Rodolfo, el fundador real de nuestro pueblo, se preocupó por “la promoción de las clases trabajadoras” (La Nación, 19 de marzo de 1963, p. 7), ofreciéndoles facilidades en la compra de lotes y casas en las Villa Posse de Merlo, Rosario y Córdoba. Mientras que Juan Posse, el exitoso tabaquero mitrista, era considerado por los obreros de su propia fábrica como “uno de los más déspotas y crueles entre los explotadores de Buenos Aires” (Gonzalo Zaragoza, ibídem).


Dr. Horacio E. POGGI
Centro de Estudios Históricos “Mariano Acosta”